Voy a comenzar este artículo diciendo la frase que siempre debemos recordar: «¡Somos energía!». Está comprobado científicamente que la energía sostiene la materia. Vivimos en un universo de energías en el que conviven diferentes niveles vibracionales: la única diferencia es la frecuencia a la que cada ser u objeto vibra.
Una vibración es energía en movimiento, no necesariamente manifestada en materia (como los pensamientos y las emociones), que puede ser alterada (aumentada o disminuida) o transmutada, pero no negada como integrante de una sustancia única: la energía.
Nuestras células reaccionan a base de impulsos eléctricos, y campos biomagnéticos se forman alrededor de estas células. La materia de nuestro cuerpo se sostiene gracias al campo electromagnético que nos envuelve y penetra, también denominado aura, y su sistema de chakras y meridianos.
José María Jiménez Solana, en su libro Reiki, Sanación y Chakras, dice que nuestros pensamientos, palabras, acciones y emociones determinan la frecuencia de vibración de nuestro campo energético, de forma que si los cambiamos hacia vibraciones positivas, nuestra vida también se orientará hacia esas mismas vibraciones.
Cuando emitimos vibraciones negativas, atraemos este tipo de vibraciones a nuestra vida, porque polarizamos el entorno en función de la energía que emitimos: ponemos en marcha las fuerzas universales que atraen a nuestra vida todo lo que vibre en esa misma frecuencia.
Puede que no podamos cambiar lo que sucede, pero sí podemos cambiar el modo en que lo
procesamos, generando toda suerte de energías positivas para poder influir en la construcción de nuestra vida.
Nosotros somos los únicos responsables de nuestra propia realidad, porque podemos elegir lo que damos y transmitimos. En nuestra vida, todo está interrelacionado. Entonces, «sé la energía que quieres atraer».
Con cariño, Maribel.